A menudo conocido como el Festival de la Humanidad o el Festival del Cristo, este culminante Festival honra a Cristo y celebra el potencial de la humanidad para resolver la dualidad y para que florezca la buena voluntad. En este día, en un supremo acto de invocación, el Cristo representa a toda la humanidad. Él hace un llamado a la unificación del espíritu humano: alma y personalidad, ser superior y ser inferior, fusionados en “un nuevo ser humano” tal como lo denomina la Biblia.
El logro significativo del Cristo en el pasado consistió en sintetizar ambos aspectos del ser. La unificación es más necesaria hoy que nunca, porque como lo señala Alice Bailey, toda la familia humana está dividida en la roca de la dualidad. Ya sea porque la personalidad es dual –y por ende inmanejable– o porque grupos y naciones están divididos en campos opuestos, la dualidad emerge de nuevo en intensas dificultades dinámicas.
La Sabiduría Eterna ofrece el inspirador pensamiento de que la unificación es el tema básico de nuestro planeta. “El objetivo de todas las cosas es unirse. La unificación de las múltiples partes separadas es la nota clave de nuestro sistema”. La ilusión de que uno permanece solo, aparte e independiente de todo lo demás, es el único mal verdadero, el único pecado real.
A medida que hombres y mujeres de buena voluntad se unifican con más intensidad, se hace sentir la energía de la contraparte superior espiritual de la buena voluntad, que es la voluntad al bien. Esto sigue la ley según la cual lo menor invoca a lo mayor. Los factores superiores son evocados y responden de acuerdo con la medida de la comprensión y la tensión dinámica desplegada por quienes elevan el llamado invocador, y esto, en síntesis, es el impulso esotérico detrás del Festival de Unificación de Géminis. Esta es una de las razones por las que se celebra en esta jornada el Día Mundial de la Invocación y se nos invita a hacer todo cuanto esté a nuestro alcance para promover el más amplio uso posible de la Gran Invocación.